jueves, 4 de agosto de 2011

Invisibilidad de un consuelo

Mía, ¡hermosa! no detengas aquellas lágrimas,
déjalas que resbalen sobre tu rostro para que se lleven consigo todo tu dolor
permíteme pues que pueda acariciar tus rosadas mejillas,
te haré la promesa de guardar el más pulcro de todos los silencios.
Quiero ser tu compañía necesaria...
estaré a la vera tuya por todo el tiempo en que me necesites
y a la vez trataré de comprender por qué aquel: mi eterno competidor
hace que hoy se tan terrible tu llanto,
mientras yo aquí muriendo por tan sólo ser visible ante tus ojos
imagíname sólo por hoy que no soy un desconocido,
regálame una sonrisa, tan única como la tuya ¡hermosa!
No me pidas que me marche disimulando fortaleza,
no escondas tu más tierna fragilidad
todo dolor es pasajero y el tiempo se vuelve cura de todo mal
deja pues que él haga su trabajo
mientras repósate en mí, que yo cuidaré de ti
tratando cuidadosamente de ser: cómplice del tiempo...

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